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Mesa de Redacción

César Martín

Papa

Pues van a tener que perdonarme, porque ahora mismo, justo antes de empezar a dar forma a este pieza periodística, estaba perdido en mi mundo interior. Barruntaba cuestiones tan peculiares como lo complejos que son los protocolos de comunicación ligados a ciertas personalidades. Parece que más que contribuir a serenar los ánimos con información fidedigna se busca todo lo contrario, es decir, extender un manto tenue de incredulidad que genera un tufillo de sospecha difícil de mitigar. En concreto, estaba pensando en todos y cada uno de los comunicados que ha generado el Vaticano para dar fe de la evolución sanitaria de las dolencias que afectan al Papa Francisco. Leyendo uno detrás de otro se puede llegar a intuir que el creciente optimismo respecto a la evolución del pontífice solo pretende allanar el camino de un desenlace dramático, que Dios no lo quiera. La misma línea de actuación se siguió con la fallecida monarca británica Isabel II, con un final ya conocido. Supongo que la necesidad de transmitir serenidad prima sobre cualquier otra circunstancia en lances tan delicados como los detallados previamente. La única pega es que los destinatarios de esos datos son, habitualmente, profesionales que tienen que gestionarlos, y que por defecto, desconfían de todo y todos.