Abróchense los cinturones. Aún no ha llegado Donald Trump a la Casa Blanca y ya especula con una acción militar para controlar Groenlandia y el Canal de Panamá. Trump, también experto en toponimia, ha anunciado asimismo que va a cambiar el nombre del golfo de México por golfo de América. ¿Por qué? Porque él lo vale, que parece que no aprendemos. Y luego está todo lo que se está moviendo –a saber qué habrá que no vemos– en torno a Elon Musk y Mark Zuckerberg, multimillonarios gurús tecnológicos a los que hemos vendido nuestras almas –en realidad se las hemos regalado–. Musk, que sabrá mucho de tecnología pero poco de democracia, lleva ya tiempo jugando a secretario de Estado. Lo mismo le da apoyar a la ultraderecha alemana que acusar sin ninguna prueba al primer ministro británico de ser cómplice en un escándalo de violaciones de hace una década. No se engañen, nada tiene que ver todo esto con el interés público, sino con el interés de su cuenta corriente. Y Zuckerberg, que ha leído la jugada a la perfección, acaba de eliminar el programa de verificación de datos de Meta, siguiendo la estela de la red X de Musk. “Demasiada censura” en Facebook o Instagram, dice. Ay... La verdad ha sido proscrita porque conviene al auténtico vendaval de impulso del autoritarismo que vivimos y que busca dinamitar la democracia desde dentro.