Ahora que estamos a las puertas de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca, quizá conviene volver la vista a Afganistán. Se acordarán de las imágenes de los atropellados vuelos de evacuación en agosto de 2021, cuando las tropas de EEUU ultimaban su salida del país tras casi 20 años. Y aquella imagen de los helicópteros desalojando la embajada estadounidense en Kabul. “Esto no es Saigón”, dijo entonces el secretario de Estado estadounidense. Joe Biden llevaba unos meses en la presidencia y culpó directamente a Trump del caos de aquellos días, subrayando que había sido precisamente Trump quien había pactado esa retirada con los talibanes en 2020. Y los talibanes avanzaron de forma fulminante para hacerse con el control del país. Un año después, un pequeño grupo de mujeres se manifestaba en Kabul para reclamar acceso a la educación. Los talibanes reprimieron la manifestación a empujones y tiros. En agosto pasado, dictaron una ley que obliga a las mujeres a cubrirse rostro y cuerpo para evitar “causar tentación” y les prohíbe que su voz se escuche en público. Lo último es impedirles formarse como médicas y enfermeras. En algunas provincias, las mujeres no puede ser tratadas por médicos o enfermeros. Sin educación, sin rostro, sin voz y sin atención sanitaria. Así empiezan 2025 las mujeres afganas. No hay feliz año para ellas.