Confieso que no he seguido demasiado la batalla entre los programas de Pablo Motos y David Broncano, más allá de lo inevitable. Sí me genera más interés lo ocurrido después de anunciarse que el propio Broncano y Lalachus presentarán las Campanadas en TVE. Y lo ocurrido es un despliegue de gordofobia y, sobre todo, de machismo rampante. Lo que ha tenido que aguantar esta mujer no tiene nombre y la inteligencia máxima con la que ha respondido es antológica: “¿Sabéis lo que tengo también gordo? Tengo el papo muy gordo, tan gordo que me he pasado por ahí todas las críticas”. Porque a Lalachus la han frito con comentarios absolutamente desatados por su aspecto físico, igual que volverán a hacer con Cristina Pedroche. Porque da lo mismo que una mujer sea gorda o delgada, rubia o morena, se vista con un jersey de cuello vuelto o con un escote hasta el ombligo... Da lo mismo porque nunca será perfecta, es lo que tenemos los seres humanos, que no somos perfectos. Pero a las mujeres se nos exige esa perfección y lo que es más frustrante: las propias mujeres exigimos esa perfección a otras mujeres. Y resulta que la supuesta perfección física será recibida, por ejemplo, como signo de estupidez. Así que igual Lalachus ha dado en el clavo con respecto a qué hacer con esas críticas y con quienes las hacen.
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