Son las seis de la mañana y suena el despertador. Todavía es de noche. Un café, mallas y a correr. Una hora. Sin móvil, sin llaves en la mano. Sin mirar atrás en ningún momento al escuchar pasos. Son las once de la noche. Salgo del trabajo y vuelvo a casa sola. 20 minutos andando tranquila, sin correr, casi dando un paseo, mirando los últimos vídeos de TikTok. Llego al portal y abro sin más, sin tener que preocuparme si se cierra la puerta detrás de mí. Son las cinco de la mañana. Estoy en una discoteca, bailando y bebiendo. Conozco a alguien. Echamos risas, lo pasamos bien. Salimos de la discoteca. Nos besamos. Le digo que no me apetece seguir y nos despedimos. Nada de lo que he contado hasta aquí es verdad. Ya lo sabíais. No salgo a correr hasta que es de día. Vuelvo a casa del trabajo por la noche siempre alerta. Y lo de la discoteca... en fin, a la mayoría nos ha pasado tener que insistir para dejar claro el ‘no’. Es lo que queremos nosotras: poder ir donde queramos y a la hora que queramos y nos deben respetar. Da igual que sean las cinco de la tarde o las cinco de la madrugada. Que salgamos a correr o que estemos bebiendo en un bar. Eso no nos hace responsables de una agresión. Porque los únicos responsables son los agresores.
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