Apurando las vacaciones me asalta otra de mis sesudas reflexiones de verano. Mientras disfruto de temperaturas que hacen que reniegue de esa costumbre tan alavesa de llevar el jersey al hombro por si refresca, me viene a la cabeza la polémica sobre aquella norma socialcomunista que obligaba a limitar a 27 grados la temperatura del aire acondicionado en locales comerciales, de hostelería y otros espacios públicos. No sé ustedes pero este verano en algún pasillo de supermercado he temido toparme con un pingüino y he echado de menos la bufanda mientras cenaba en algún restaurante, ajusticiado por una corriente de aire que parecía proceder del Ártico. Al hilo de esto pienso en una medida que, esta sí, ha llegado para quedarse más allá del BOE. Sin apenas repercursión antes de su entrada en vigor nos hemos topado con ella directamente al hacer la compra. Hablo de la normativa europea que exige que el tapón no pueda desprenderse de las botellas y envases desechables de plástico. Las redes se han llenado de vídeos sobre cómo colocarlo para beber a morro con dignidad. ¿Conocen ya el truco? Ya ven que el tiempo libre ayuda a ponerme tremendamente trascendente. A los que ya han vuelto al tajo les mando mucho ánimo y si aún disfrutan de unos días de asueto les animo a aprovecharlos al máximo antes de volver a la rutina.