Con el dedo en alto, erigiéndose en número uno del surf olímpico, Gabriel Medina flotaba en el aire en una foto inverosímil, que no lo es tanto si vemos la secuencia en vídeo del salto al aire con el que el brasileño cerró una imagen para la historia, la de la mejor puntuación jamás lograda en esa disciplina. Hay que decir también que el surf fue deporte olímpico por primera vez en Tokio, anteayer, pero en todo caso no hay que quitar mérito ni al surfista ni al fotógrafo, Jerome Brouillet, porque supo apretar el botón en el momento adecuado y conseguir así una imagen que además de estéticamente impecable cuenta algo, que al fin y al cabo es el objetivo del arte de congelar el tiempo con una cámara. La ola de Teahupo’o, que se rompe sobre un arrecife de coral en enormes y hermosos tubos de color turquesa, tan perfecta como la actuación de Medina y la foto de Brouillet, redondeó un momento mágico que, digámoslo todo, tuvo lugar a 15.000 kilómetros de la Costa de los Vascos de Biarritz, la primera playa de Europa en la que alguien se deslizó con una tabla sobre las olas y que, como todo el mundo sabe, está en Francia. Tahití también, pues es territorio de ultramar, pero no deja de chirriar que en Iparralde tengan que ver el surf olímpico por la tele.