Todos conocemos sobradamente los rigores de los crudos inviernos que tenemos que padecer año tras año en nuestra querida ‘Siberia-Gasteiz’, pero en el colmo de la mala suerte –o como ustedes le quieran llamar– resulta que este verano también toca enfundarse el anorak con un frío que pela y lluvias persistentes. Desde que este atípico verano echó a rodar, han sido contadísimos los rayos de sol. Es mirar al cielo encapotado y llevarte las manos a la cabeza. No sé si a este paso será posible rentabilizar el carnet de la piscina. En lugar de los ansiados baños –en Mendizorroza, por cierto, meterse en el agua constituye un ejercicio para valientes ante la gélida temperatura del agua–, toca descargar la frustración en el querido refugio de los bares de Zabalgana o, por el contrario, viendo en casa el tostón de la Eurocopa, donde muchos partidos son una auténtica mediocridad. Recuerdo que algunos eruditos en la materia anunciaron hace justo un año por estas fechas que Vitoria no escaparía al cambio climático y la intensidad del calor aumentaría en las próximas décadas. Pues bien, que alguien me lo explique. Por suerte, uno coge el coche esta semana y se marcha para Soria, donde se esperan temperaturas superiores a los 30 grados. El que no se consuela, desde luego, es porque no quiere.
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