No se atreve. Le da miedo tentar a la suerte. Conociendo a la clase política, así en general, no son de extrañar sus tribulaciones. Resulta que nuestro querido escanciador de café y otras sustancias quiere montar para el próximo 9 de junio una cena de fin de fiesta electoral en nuestro amado templo del cortado mañanero. Vamos, lo típico, unos vinos, unas tortillas de patata y su selección de grandes clásicos de la copla con la tele puesta pero en silencio para ver cómo van los resultados de las europeas. Su idea es montar una especie de guateque con los viejillos para celebrar el fin, por este año, de mítines, cartas en el buzón, promesas sin límite, encuestas cada dos segundos y demás parafernalia. Creemos, de hecho, que lo necesita y mucho. Más que nada porque ya le hemos pillado un par de veces apostado en la puerta del local con el cuchillo jamonero en la mano esperando el paso de alguna furgoneta con el altavoz a todo trapo y el logo del partido llenándolo todo. Pero ahora le están entrando las dudas a nivel Bitelchús. Sospecha que el destino podría reírse de él a la cara, que la cena podría ser una tentación a la elemental Ley de Murphy y que brindar al grito de “¡ni una urna más hasta 2025!” igual no es lo más acertado. Y si caen unas generales en...
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