Ahora “le tocaba” al novio, se revolvió Ayuso, después de que la Fiscalía de Madrid acusase a su actual pareja, Alberto González, de defraudar a Hacienda más de 350.000 euros. Otro comisionista de material sanitario al calor de la pandemia, y en este caso además trincón fiscal, en el círculo personal de la presidenta madrileña. Tanta dicha a su alrededor, será por la pericia genética de sus allegados en sacar tajada de la Administración, y cuán inmerecida persecución la que sufre. Pobre chica rica de Chamberí, donde convive con este novio en un piso de un millón de euros, cuyo garaje frecuenta un Maserati a nombre de la empresa que facturó las mordidas.

Porque la beneficiosa relación de la tan liberal familia de Ayuso con el entramado público data de cuando accedió a la Asamblea de Madrid, allá por 2011. Siendo ya diputada mantuvo correspondencia con Avalmadrid, un ente semipúblico sin ánimo de lucro, ante el impago de sus progenitores de un crédito de 400.000 euros a una empresa participada por ambos. “Trato preferente y personalizado”, según constató la comisión de investigación de la Asamblea capitalina por la información recibida sobre el aval concedido a la empresa familiar. Igual que la pareja vigente, su hermano comisionó también en lo más crudo de la pandemia por la compra de 250.000 mascarillas chinas para la Comunidad de Madrid. Mientras que un socio de la madre de Ayuso resultó beneficiario de una licitación de casi un millón por la consejería de Sanidad madrileña. Como corolario de semejante sucesión de pingües casualidades, el novio anterior al actual se colocó al dejar la relación como jefe de operaciones en una firma que excedía el medio millón en adjudicaciones con Ayuso en la presidencia.

Ayuso esgrimió el manual de Mato, otra que tampoco vio un Jaguar apestoso en su garaje, y se hizo la tonta antes que la víctima, naturalmente de una cacería orquestada por Sánchez y ejecutada por la Fiscalía, como si ésta pudiera inhibirse ante una denuncia de la Agencia Tributaria. Falsa además, según denunció Ayuso a los cuatro vientos, si bien a las horas se supo que su partenaire reconoció dos delitos fiscales por la elusión de los otros tantos millones en comisiones cobrados y que quiso apoquinar para evitar daños mayores. Así que la presidenta madrileña mintió en público y esa desfachatez sí se torna de facto en responsabilidad política, que jamás asumirá por el ingente voto cautivo del PP en los Madriles. Y porque Feijóo se va a cuidar todo de mentar la bicha para que no lo larguen como a Casado. De hecho, él ha centrado el tiro en la esposa de Sánchez para enredarla en el fétido caso Koldo por sus contactos con la rescatada Air Europa.

Poco o nada se piensa en la hedionda cloaca de intereses madrileña en los muertos en la pandemia, miles en soledad y cientos en las residencias blindadas por Ayuso. Y en la irritación que aflora en sus familias, como en los empresarios que ayudaron a la provisión de mascarillas a cargo de su bolsillo. De vergüenza.