El fallo de la justicia europea a favor de la Superliga ha sacudido los cimientos del fútbol y reabierto un debate que parecía zanjado. La competición que planean crear el Barcelona y el Real Madrid ha recibido incontables reproches a lo largo de las últimas horas, todos ellos merecidos. Entiendo el malestar de los aficionados al fútbol que sólo queremos una liga competitiva de la que disfrutar y soñar con enfrentarnos a los mejores clubes de Europa o incluso a ganar un título, pero no puedo evitar reírme cuando las críticas proceden de organismos como LaLiga, la UEFA o la FIFA, cuyo objetivo es el mismo que el de Florentino Pérez: quedarse con el mayor trozo del pastel. “Gánatelo en el campo”, dice Javier Tebas, cuando en su competición desde hace tiempo donde se gana es en los despachos desde los que se maneja un arbitraje descaradamente parcial. LaLiga, por su parte, se erige como defensora de los clubes modestos cuando lleva años desangrándolos con repartos desiguales y horarios infernales. La frase de la semana, sin embargo, se la queda Florentino Pérez: “No tiene sentido cobrar 100 euros al mes por ver fútbol televisado cuando el salario mínimo en España apenas supera los 1.000 euros”. Lo dice el mismo que cobra 100 euros por una camiseta o por ver un partido en el Bernabéu. Hay que joderse.