La criatura –aunque ya le asoman los primeros pelos en el bigote– les debió pillar a sus progenitores totalmente fuera de juego con la pregunta la semana pasada ante lo que veía en la tele. Así que aprovechó que el abuelo le recogió de clase el lunes por la tarde y que hubo paso por nuestro amado templo del cortado mañanero para tomarse un colacao y un pintxo de tortilla como merienda. El muchacho, sin ser consciente además de que era 20N, pensó que nuestros viejillos podían ser una buena fuente de información al respecto. Con un par. Así que ni corto ni perezoso, cuestionó a los venerables sobre qué era eso del aguilucho en la bandera del que estaban hablando en la caja tonta a cuenta de las manifas cayetanas por los madriles. Aquí podían haber pasado tres cosas. Una, que los aitites hubieran hecho como el abuelo de Los Simpson y salirse por peteneras mezclando la Revolución Francesa con la Guerra Fría. Dos, que se las hubieran dado de didácticos y saciar con su sabiduría a esa joven mente ávida de conocimiento. O tres, tocar las narices. Por supuesto, se optó por lo último. Así que anda por el mundo un prepúber que todavía estará atando cabos entre un señor que tenía las patas cortas, otro que voló en un coche, otro que tal vez podía ser un vago o un maleante, otro que... l
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