De entre todas las desgracias colectivas que sacuden periódicamente al planeta solo las meteorológicas y los terremotos obedecen al azar. Las tensiones étnicas, religiosas y sociales derivan en revueltas, matanzas y guerras cuando alguien decide que estratégicamente es oportuno, cuando alguien busca impulsar o sabotear alianzas incipientes, cuando alguien decide poner en marcha napoleónicos proyectos a costa de la vida de miles de personas o vigorizar un determinado sector económico. Por eso la matanza de Hamás y el genocidio en Gaza están ocurriendo ahora y no el año pasado o el que viene, por eso las guerras de Yugoslavia acontecieron cuando cayó el telón de acero, y por eso en Venezuela reina la buena voluntad y el ánimo constructivo tras años al borde de la guerra civil, justo cuando la guerra de Ucrania ha puesto patas arriba el mercado de los hidrocarburos. Es importante que las personas comunes y corrientes tengamos todo esto presente, no tanto porque podamos hacer nada ante los crímenes de hoy, como por los que puedan acontecer mañana, y de los que podemos ser víctimas, cómplices y hasta parte ejecutora en un mundo en el que ya casi no cabe defensa ante la propaganda.