El mismo integrismo wahabita que expulsó al Dakar de África ha acogido ahora con los brazos y la chequera abiertos a la caravana motorizada, cuyos pilotos han sorteado las dunas de Arabia Saudí sin más peligro que el de perderse o volcar en el desierto. Los mentores de los fanáticos que en Bataclan, en las Ramblas, en Atocha y en Niza se cobraron la vida de decenas de europeos; los autores intelectuales del asesinato de miles de musulmanes en todo el mundo, son los mismos que ahora aprovechan el rally para colarnos publirreportajes sobre lo plural, apacible y tolerante, dentro de un orden, que es ese país ubicado sobre una enorme gasolinera. Los patrocinadores de aquellas masacres indiscriminadas que nos aterrorizaron no hace ni cinco años son los que patrocinan también a nuestros equipos de fútbol, organizan mundiales, pagan millonadas a jugadores retirados para que promocionen sus playas artificiales y quieren competir con equipo propio en la Euroliga y montar una Final Four. Los mismos que compran a eurodiputados y trocean a periodistas, someten a las mujeres y ejecutan a homosexuales entran bajo palio en La Zarzuela, y aquí nadie parece darse cuenta o a nadie parece importarle demasiado.