Aún estoy digiriendo la rueda de prensa del presidente de la FIFA, señor Gianni Infantino, quien al parecer es partidario de que la mejor defensa es un buen ataque. “Me siento catarí, me siento árabe, me siento africano, gay, discapacitado, trabajador migrante”, se lanzó en su alocución. Hombre, un pelín cínico ya suena. Hay grandes momentos para callarse, probablemente éste fue uno de ellos. “Hemos dado muchas lecciones desde algunos países europeos, desde Occidente. Europa debería disculparse durante 3.000 años por lo que ha hecho en los últimos 3.000”, añadió. El señor Infantino también debe de ser de la escuela del quién esté libre de culpa que tire la primera piedra. Y sí, siendo un poco honestos no estamos para dar grandes lecciones a nadie ni desde Europa ni desde Occidente, nuestro pasado y nuestro presente nos avalan. Ahora bien, siguiendo con las referencias bíblicas, el argumento del señor Infantino es también pelín fariseo: un crimen no justifica ni autoriza otro. La FIFA tiene que hacérselo mirar, porque la operación Catar es sportwashing en toda regla –cómo no recordar en este punto los Juegos Olímpicos de Pekín–. Y la FIFA va teniendo un ojo clínico digno de mención. El anterior Mundial, 2018, fue en Rusia, con Vladímir Putin compartiendo foto con Infantino y Sarkozy en la entrega de la Copa del Mundo.