Cuidado porque el Reino Unido puede que haya adelantado melena al viento y quemando rueda a Italia en eso de la inestabilidad política. Y decir eso de la que se considera canónicamente una de las cunas del parlamentarismo y del common sense es mucho decir. Desde el referéndum sobre el brexit, desde la victoria del sí en esa consulta, se han sucedido en Downing Street cuatro primeros ministros. Y siguen para bingo tras la dimisión ayer de Liz Truss, plusmarquista de brevedad con 44 días en el cargo. Cinco jefes de gobierno en seis años, tres en el último año. A mayor gloria de los tories, por cierto –los laboristas, al parecer, ni están ni se les espera, como dijo aquel–. Una recuerda aquella convocatoria de referéndum que, entre otras cosas y quizá sobre muchas cosas, tenía mucho de desesperado intento de David Cameron de coser la división interna en el Partido Conservador. Y Cameron lo cosió tan bien, tan bien, que le hizo el caldo gordo a su particular némesis dentro de las filas tories, el inefable Boris Johnson. Fenómeno este Cameron. Y podría pensarse que el brexit está funcionando como Saturno devorando a sus hijos –o a sus padres, mejor dicho–, pero en el frenesí político británico el nombre de Johnson vuelve a sonar en esta primera hora para realojarse en el 10 de Downing Street. Ni las andanzas del Wilt de Tom Sharpe alcanzaron tales cotas de surrealismo.