Esta vez, los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero me han dado poco la chapa con lo magnífico que es pillarse las vacaciones en septiembre, lo baratas que según ellos me salen, la poca gente que hay... y todos esos tópicos que me sueltan cada año. Pero es que tenemos a los jefes locos con lo del nuevo contenedor. Ya dice nuestro querido escanciador de café y otras sustancias que gestionar la mierda no es tarea fácil. Por eso el contrato más importante de cualquier ayuntamiento tiene que ver con lo que se tira. Dos son las cuestiones que al parecer les traen de cabeza a los venerables. Por un lado, qué va y qué no dentro. De hecho, llevamos días repasando todos y cada uno de los productos que se pueden encontrar en el mercado para ver, como si estuviéramos desojando una margarita gigante, qué sí y qué no. Y, por supuesto, ha habido broncas importantes con determinados artículos, aunque parece que ha quedado claro que no se pueden meter ni a políticos ni a nietos impertinentes. El segundo problema es lo de la tarjeta que hay que tener, aplicación de móvil incluida. Y aquí es donde los viejillos se están poniendo punkis de verdad porque empiezan a estar hasta las narices no ya de tanta txartela, que también, si no de la manía de las administraciones con los “jodidos teléfonos”.