Por tentador que pueda resultar comentar la magna, ciclópea, escenografía que acompañó recientemente a Vladímir Putin en el Kremlin para anunciar la anexión a Rusia de cuatro territorios ucranianos, no tengo el ánimo para reírme con este asunto. Y bastante oscuros están los tiempos como para privarnos de, aunque sea, una sonrisa. Así que, aunque el fallo de los Ig Nobel de este año hace unas semanas me pilló de vacaciones, no voy a dejarlos pasar sin recuperar alguno de los estudios premiados. Confieso cierta decepción con los galardones que este año han reconocido investigaciones que tienen como protagonista al mundo animal. Eso sí, maravilla el Ig Nobel de la categoría de Ingeniería a un estudio japonés sobre la manera más eficaz de colocar los dedos para girar el pomo de una puerta. Eficiencia. No menos interesante y actual la investigación premiada con el Ig Nobel de la Paz sobre Honestidad y deshonestidad en las estrategias de cotilleo, que desarrolla un algoritmo para ayudar al cotilla a decidir cuándo decir la verdad y cuándo mentir. De lo más práctico. Y ojo al premio en Economía a un estudio que explica matemáticamente por qué el éxito no suele ir a parar a las personas más talentosas, sino a las más afortunadas. La vida misma.