Fíjense qué cosas tiene la vida que el mismo fin de semana en el que se ha celebrado la feria del mercado medieval en Vitoria, la ultraderechista Giorgia Meloni y su partido han ganado las elecciones en Italia. No me malinterpreten, nada tienen que ver los honrados comerciantes defensores de las recetas tradicionales, la artesanía, las prendas antiguas, los juglares, los dragones o esas deliciosas almendras garrapiñadas con la señora Meloni, que se fija en ideas retrógradas del pasado como la xenofobia, la homofobia y el nacionalismo más rancio. La nostalgia, aunque en su esencia inofensiva, se puede convertir en manos de la gente equivocada en un arma peligrosísima, algo que estamos comprobando en los últimos tiempos con el caso de Vladimir Putin, obsesionado con devolver a Rusia, sin éxito ni apoyo social, el esplendor de épocas anteriores. Desconozco si los tiempos pasados fueron o no más gloriosos y felices que los actuales, pero tengo claro que los problemas que plantea nuestro futuro, como puede ser el cambio climático o la crisis energética hay que abordarlos pensando en el futuro, no intentando huir de él y regresar al pasado. Que Putin, Meloni, Berlusconi y compañía monten su feria medieval si quieren, pero yo me quedo con la del Casco Viejo.