El 5 abril de 1971 la revista francesa Le Nouvel Observateur publicó el texto Un llamamiento de 343 mujeres. Una lista de 343 francesas valientes que contaron públicamente que habían abortado, arriesgándose incluso a la pena de cárcel. Entre ellas, la escritora Simone de Beauvoir y la actriz Catherine Deneuve. El manifiesto comenzaba así: “Un millón de mujeres abortan cada año en Francia. Lo hacen en condiciones peligrosas por la clandestinidad a la que están condenadas (…). Declaro que soy una de ellas. Declaro haber abortado. Igual que reclamamos el libre acceso a los anticonceptivos, pedimos el aborto libre”. Y una ley autorizando el aborto libre y gratuito no se hizo esperar: fue promulgada en Francia en 1975. Han pasado 50 años y de golpe, los derechos de las mujeres acaban de retroceder ese medio siglo en Estados Unidos. Ya nos advertía Simone de Beauvoir: “Los derechos de las mujeres nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”. Por eso nos corresponde a nosotras exigir alto y claro que el acceso a un aborto seguro, sin riesgos, es un derecho que nos pertenece a todas. Porque obligar a alguien a mantener un embarazo no deseado o a buscar un aborto inseguro es una violación de nuestros derechos.