l otro día fue el enésimo cumpleaños de uno de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero. Nos vino con cara de preocupación por el regalo que le había hecho su hijo el pequeño. Se trataba de una agenda en la que ya tenía apuntado, con esto de que empieza el buen tiempo, todas las salidas a las que les iba a acompañar los fines de semana para "disfrutar" de los nietos. A esto se le añadían los diferentes itinerarios que se le proponían durante la semana, sobre todo desde que en junio los querubines pillen vacaciones. Que si a natación, que si a inglés, que si a los columpios. La inquietud del buen señor no pasaba por ver cómo cumplir. En realidad, sin cariño ni nada, no sabía cómo decirle que se fuese a esparragar. Con lo que no contaba el abuelo era con la aparición en escena de sus otras dos hijas y sus respectivas descendencias. Resulta que se han cabreado porque el cumplimiento de esa agenda supondría que el babysitter quedaría reducido a un único servicio y eso no es posible, claro. A todo esto, al viejillo su opinión no se la ha pedido ni el que asó la manteca. Oída la historia, uno de los compañeros de barra sentenció: "Vamos, que esto es como la política, que todo el mundo te da por saco aunque dice que te quiere, y nadie te pregunta". Pues más o menos. l
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