acía tiempo que no teníamos una semana de Pascua así en nuestro amado templo del cortado mañanero, con los viejillos acordándose de todo lo más barrido mientras les toca hacer de guardianes de la puerta frente a la pléyade de nietos con demasiado tiempo libre seguido y sin progenitores supuestamente responsables a la vista. Esta nueva normalidad les recuerda mucho a la vieja, al abismo de un sin fin de horas con los querubines reclamando miles y miles de vídeos en los móviles, desde Plim Plim a Ene Kantak pasando por Super Wings o ese anuncio ambulante que son los SuperThings. El otro día una preadolescente le dijo al abuelo en medio del bar que se tenía que hacer youtuber para ser un influencer de la tercera edad y a nuestro amado escanciador de café y otras sustancias casi nos lo tenemos que llevar a Urgencias tras el quinto infarto al corazón seguido. Así que los viejillos han decidido usar a los nietos para el bien, educándoles de paso en el bello arte de la gastronomía alavesa. El caracol y cómo cocinarlo se ha convertido en el eje temático de una semana en la que dos enanos ya nos han potado en medio del local. Lo peor es que el martes hubo un pequeño escape de materia prima y ayer nos encontramos a un molusco gasterópodo caminando a sus anchas por la barra.
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