esde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania hemos asistido a un ascenso exponencial del precio del aceite de girasol en los supermercados, algo a lo que han contribuido más el propio pánico colectivo y los vendedores que el conflicto bélico en sí. Incluso gente que lleva años sin usar este ahora preciado líquido se ha propuesto llenar sus estanterías de aceite de girasol. Allá ellos. Lo que me molesta es que algunos empresarios y vendedores aprovechen la situación para sacar tajada y contribuyan a inflar esta histeria con subidas de precio no acordes a la realidad. Lo mismo con la gasolina, con la electricidad y con el gas. Cuando aumentan los costes, no tardan en subir los precios; cuando bajan, se hacen los despistados. Y es que el girasol me parece una fantástica metáfora para todos esos empresarios que se desvían constantemente en busca del sol -en este caso el dinero-, sin importarles lo que está ocurriendo a sus espaldas. Lo mismo sucede con la FIFA o la Federación Española de Fútbol, comprometidas con el colectivo LGBT y con los derechos de la mujer, pero que miran a otro lado y llevan el Mundial a Qatar o la Supercopa a Arabia Saudí a cambio de unos cuantos billetes. Mientras les caliente el sol, a los demás que les zurzan. Lo de siempre, vaya.