odo está ya preparado para desvelar cuando amanezca mañana si nuestras peticiones, reflejadas en los manuscritos remitidos a los Magos de Oriente, llegaron a tiempo a su destino y tuvieron tiempo para introducirlas en las sacas cargadas de regalos. Esta tradición secular, repetida cada año desde nuestra más tierna infancia, se asoma esta noche a su momento cumbre. Sin embargo, la pertinaz pandemia nos ha destapado cómo también la clase política gusta de mandarse misivas, en tiempos de aplicaciones de mensajería instantánea, despliegue progresivo de la red 5G y en la desenfrenada carrera tecnológica y digital. No dejan de sorprendernos los dirigentes más próximos cuando revelan el envío de una carta, un sábado por la mañana con rumbo a La Moncloa, exigiendo una reunión de todos los mandatarios autonómicos en la que abordar y plantear las medidas necesarias para contener el tsunami de contagios de la sexta ola. No es cuestión únicamente de los políticos más cercanos, ya que tras esa cumbre telemática, desde la comunidad foral vecina se remitió otra misiva en la que se instaba a tomar una serie de decisiones comunes. No me negaran que, en plena era digital, aparece una sonrisa en nuestros labios al conocer la afición de los romanticones políticos por la escritura y el envío de manuscritos.
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