a pelota gorda volará de nuevo esta noche para un Baskonia que inicia la temporada cargado de caras nuevas y que es ya una versión irreconocible del que hace dos años levantó al cielo su último título liguero. El retornado Granger y la chavalería (Tadas, Kurucs y Raieste) son los únicos supervivientes de tal hazaña, al margen de Dusko Ivanovic y su ya icónica coleta. Y, precisamente, a la egregia figura del técnico montenegrino hay que aferrarse de nuevo ante la enésima en azul y grana. El ya célebre In Dusko we trust vuelve a ser el lema del baskonismo para erigirse en alternativa de poder. Muchísimas caras nuevas, escaso tiempo de ensamblaje y un proyecto que, al menos a juicio de quien esto escribe, parte ya de inicio con alguna costura suelta en forma de falta de efectivos. Sí, servidor es de los que echan de menos un exterior más -base, escolta, combo o como quieran llamarlo- con capacidad de generar desde el bote -toca ponerle velas a Baldwin-, pieza que supuestamente iba a cubrir la marcha de un Giedraitis que no ha acabado de irse. Mucho físico, mucho tirador y mucho talento que se pretende que aquí explote. En Dusko toca creer, de nuevo, para ensamblar un equipo como él sabe: rocoso, competitivo, de baloncesto alegre y capaz de ganar a cualquiera. La esencia de su Baskonia.