ontinuamos para bingo. Seguimos con el serial presupuestario en Madrid, que quema ya las últimas etapas en el Congreso antes de enviar el proyecto al Senado, cuando mañana el Pleno apruebe el dictamen de la comisión. Y como los clásicos siempre prevalecen, después de que el acuerdo del Gobierno con ERC reverdeciera el pulso Madrid-Barcelona y, de la mano, trajera el tema de la armonización fiscal del Estado hasta la primera línea de fuego -el “dumping fiscal” madrileño y demás-, aquí estamos de nuevo, señoras y señores, niños y niñas, vuelven el Cupo, el Concierto y el Convenio. No podían faltar, son el guadiana de la polémica política vasca. Se metía en el fregado hasta las orejas el presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, quien después de defender el espíritu del acuerdo del Gobierno Sánchez con los republicanos, planteó que habría que hablar de la singularidad del Concierto y, más concretamente, de la potestad que tienen la CAV y Navarra para “modular el Impuesto de Sociedades”. De pronto, lo sé, se han sentido viajando en el Delorean, no al futuro sino al pasado, a aquellos tiempos de pulso indómito de los gobiernos de La Rioja y Castilla y León llevado hasta los tribunales. No se confíen, seguro que esta tramitación presupuestaria aún nos reserva algún que otro momento más.
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