urió Diego Armando Maradona”. Cuatro palabras. Las que utilizaba ayer el diario argentino Clarín para informar del fallecimiento de la estrella, del ángel caído. Esa sobriedad lingüística cuesta creer. El mito del Maradona futbolista o, por precisar, lo que su figura absolutamente arrolladora -también con sus muchas miserias- y genial en el terreno de juego ha sido capaz de despertar en su país, podría tener perfecta banda sonora en la letra de un tango vitalista, fatalista, golpeado, excesivo, cuestionable. Y ayer lo escribió Clarín: “Y un día ocurrió. Un día lo inevitable sucedió. Es un cachetazo emocional y nacional. Un golpe que retumba en todas las latitudes. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió pero había sido gambeteada por el destino ahora es parte de la triste realidad: murió Diego Armando Maradona”. Inevitable recordar aquel “gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0” que proclamó Víctor Hugo Morales narrando aquel gol en el Mundial de México de 1986, ante Inglaterra nada menos, en el Estadio Azteca. No es posible reunir más épica. La mano de dios. La leyenda del fútbol.
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