l problema de tener un ídem del calibre de la pandemia sobre la mesa es, además del obvio y lógico, que otros asuntos graves quedan desvaídos, eclipsados. A un Gobierno, esta circunstancia le puede venir bien en primer término. Sobre el papel, cualquier cargo con espolones sabe de la importancia de dominar el arte de que el público mire el dedo y no la luna; hasta tiene un nombre: cortina de humo. Pero, salvo que se domine el noble arte de dejar que los problemas se pudran hasta que solucionen solos o te acaben engullendo -aquí conviene tener cierto punto de suerte vital-, tarde o temprano el problema se hace presente. El Gobierno de Pedro Sánchez tiene una patata caliente sideral entre manos y se llama Presupuestos. España tiene los Presupuestos Generales del Estado prorrogados desde 2018. Esto significa, paradojas adorables de la política, que el Ejecutivo PSOE-Unidas Podemos gestiona unas Cuentas diseñadas por Cristóbal Montoro. Y Pedro Sánchez se enfrenta a un momento shakespeariano, ser o no ser. Las Cuentas de 2021 serán clave para las ayudas europeas ante la crisis desatada por la pandemia. Su socio de coalición fue tajante el viernes: “Si pacta con Ciudadanos, que no cuente con nosotros”. La negociación presupuestaria en Madrid, sin duda, va a ser uno de los grandes capítulos políticos del curso.
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