n nuestro querido templo del cortado mañanero hay que estar preparado porque, entre cachondeos, gritos y carcajadas, siempre hay alguien que recibe hasta en el carnet de identidad. Pero en estos últimos días, mientras vamos recuperando a habituales que están volviendo de sus vacaciones, está el lugar que no lo reconoce ni la madre que lo abrió, que fue, en concreto, la progenitora de nuestro amado escanciador de café y otras sustancias. A ese lado de la barra, hay preocupación por lo que pueda pasar en breve, es decir, por otro cierre de persiana siguiendo la línea de discotecas y demás. Temor y un mosqueo porque el barman dice estar hasta el mismo punto G de que siempre se señale a los mismos como los culpables de todo: de los borrachos, del ruido en la calle, de los focos de la pandemia, de la muerte de Manolete... “¿No dicen que los contagios se producen sobre todo en las reuniones familiares? Pues que prohíban las familias?”. En ese nivel de cabreo anda. A este otro lado, los viejillos están cada vez más inquietos con la vuelta al cole, porque la mayoría ejerce de babysitter con los nietos y cada día que pasa tienen más dudas y menos certezas sobre lo que va a suceder en septiembre. Alguien preguntó la otra mañana si va a tener que ir con el EPI puesto a llevar y recoger a las criaturas. Sería de ver.
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