ste año, la ronda cumpleañera me ha salido barata en nuestro querido templo de cortado mañanero. Al final, más de uno de los habituales se ha conseguido marchar de vacaciones, aunque sea cerca, y estamos cuatro y el del tambor. Los suficientes, según nuestro amado escanciador de café y otras sustancias, que nos va cambiando el cartelito de aforo máximo cada día, según las ganas que tenga de trabajar, que para él es el primer agosto que nos tiene que aguantar ya que no ha dejado al becario -es decir, su hijo- al frente de la nave del misterio. No es el único que no se ha ido. Por estas fechas, otros años, nuestros vecinos de la frutería de al lado ya habían hecho las maletas y se habían cogido a la familia para recorrerse la península y media África. El bicho les ha jodido los planes. Así que todos los días se turnan para tomarse el amaiketako, que llevan los suficientes años aquí como para saber respetar las costumbres de la tierra. Eso sí, los viejillos, que son un amor cuando se ponen, no hacen más que pedirles ver fotos de sus familias de allí y que les cuenten cosas de los sitios en los que nacieron para que el paréntesis de este año se les haga un poco más llevadero, para que aún estando lejos, se sientan cerca. Y de paso, el resto estamos haciendo un seminario sobre Senegal y Nigeria de aquí te espero.
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