esde siempre, en nuestro querido templo del cortado mañanero ha tocado mucho los pelendengues esa especie propia del ser humano que dedica su existencia a decirle al mundo cómo tiene que comportarse y hacer las cosas siguiendo la regla de porque yo lo digo, aunque luego para su vida aplique otros criterios más laxos. Algunos de estos -fíjate tú, qué cosas tiene la vida- se terminan dedicando a la política. Pero con esto del bichito de los huevos, que es como se define científicamente en el bar al coronavirus, tenemos a los viejillos muy sensibles con la manía de pontificar que le ha entrado a mucha gente, sin tampoco fundamentar sus nuevos mandamientos en razones lógicas y consistentes. Claro, los venerables ya son rebeldes de por sí, pero la situación nos los tiene alterados por completo, tanto que se están reconvirtiendo en eso que tanto critican. Así que la última propuesta para mostrar que están hasta las narices de todo, tengan o no razón, se puso sobre la mesa el otro día. Querido Gorka, no se lo tengas en cuenta, pero están pensando en irse una madrugada de éstas a la Virgen Blanca con sus botellas de vino del año a darle “a eso del culetón” -en cristiano juvenil, reggaetón- porque nadie les va a decir que no pueden celebrar las fiestas. Qué paciencia hay que tener...
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