a muerto Albert Uderzo, la otra parte de aquella firma Uderzo-Goscinny que aparecía en las tapas de los álbumes de Astérix con los que crecí. Ya que estamos jodidos con esto del aislamiento, qué gran oportunidad para volver a esa pequeña aldea rodeada de cuatro campamentos romanos donde se clama por Tutatis y Belenos, el jefe Abraracurcix solo teme que el cielo caiga sobre su cabeza, el plato típico es el singularis porcus, el pescadero y el herrero mantienen una relación tan tensa como entrañable que se traduce en frecuentes tanganas masivas en las que el pescado y su dudosa frescura son objeto de controversia, el anciano se llama Edadepiedrix -claro-, no hay aventura que acabe felizmente si el bardo no termina amordazado junto a su lira y Panorámix es el respetado druida que prepara la legendaria pócima mágica que otorga una fuerza sobrehumana y de cuya receta secreta solo sabemos que lleva muérdago recogido con una hoz de oro. Obélix es el tallador de menhires local, tan descomunalmente fuerte como sensible, inseperablemente leal a su amigo Astérix, el astuto guerrero protagonista de los infinitos viajes y aventuras, desde Egipto a India, desde Britannia a Hispania pasando por Córcega -magnífico-. Y, por supuesto, Roma. En fin, que no acabaría nunca. Esos irreductibles galos que resisten ahora y siempre al invasor.
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