n día más. Hoy es domingo. Ni sé ya cuántos días llevamos de cuarentena. Hoy se ha prolongado el estado de alarma quince días más. Ya no sé hasta cuándo. Podría hacer cálculos para averiguar la fecha de cuándo empezó todo esto y de cuántos días faltan para que se termine. Pero no me apetece. En realidad, me da la impresión de que esta situación se va a prolongar en el tiempo sine die. No me parecía lógico que nos abriesen las puertas en Semana Santa con el ansia de contacto que empezamos a tener todos. La avalancha de turistas podía ser descomunal. No creía que las autoridades lo considerasen apropiado. Suponía que esperarían a después de las vacaciones para dejarnos salir de casa. Pero solo a trabajar, a recuperar las rutinas que estamos perdiendo. Que se nos pase el mono antes de volver al mundo que conocíamos. El sentimiento de pérdida de libertad empieza a instalarse en mi ánimo. Y acojona. No tanto como el virus, pero acojona. Veo a militares dando ruedas de prensa en la televisión. ¿De verdad tienen que exhibirse así ante la gente, con ropa de guerra y todas esas medallas luciendo en la pechera? Quizá no haya más remedio que apelar al ejército para según qué cosas. Pero no me hagan mucho caso. Mañana pensaré otra cosa. ¿Se me estará empezando a ir la olla?
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