álgame Dios. Nunca antes había reflexionado sobre la lógica que utiliza el personal a la hora de enfrentarse al armagedón. Sin embargo, durante estos días de pánico coronavírico, he llegado a la conclusión de que, a lo peor, estoy muy verde a la hora de encarar el apocalipsis. Por ello, y dados los condicionantes, he decidido ponerme a redactar una lista de la compra lustrosa a más no poder para llenar mi alacena con los aprovisionamientos necesarios para encarar el juicio final si así fuera menester. En ella, desde luego, no van a faltar cantidades ingentes de papel higiénico. Al parecer, los rollos previstos para facilitar la higiene íntima se han convertido en el producto de moda en plena crisis de la angustia colectiva que ha llegado al desabastecimiento puntual a varios supermercados de la capital alavesa. Supongo que el ideario colectivo habrá llegado a la conclusión de que, pase lo que pase, siempre será mejor recibir al coronavirus del demonio con ciertas partes de la fisonomía relucientes al extremo. En fin, aun queda mucho que lidiar con esta infección, desconocida hasta la fecha y, por ello, peliaguda y grave. Precisamente por ello, se me antoja imprescindible no perderse en variables y seguir a pies juntillas los consejos de las autoridades, incluso si nos pilla sin papel higiénico en el excusado.
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