momentos como el presente, en el que nos enfrentamos a una amenaza desconocida, de carácter global, que flota invisible en el aire, son los que ponen a prueba de verdad la madurez de las sociedades y la audacia de quienes las gobiernan. En estos momentos la sanidad pública vasca se prepara para librar una guerra contra el coronavirus, con una primera línea de combate, gestión de suministros escasos, bajas y reincorporaciones al frente, y con la perspectiva de tener que tomar decisiones muy difíciles en un contexto de agotamiento físico y psicológico. Esa es la situación real a día de hoy, que puede pasar desapercibida en este desconcertante ambiente de eterno y relajado domingo primaveral al que nos hemos visto abocados, pero que no debemos ignorar por el hecho de que esté ocurriendo entre las cuatro paredes del hospital. A los poderes públicos les corresponde la difícil tarea de exponer la situación con toda su crudeza sin generar alarmismo, y a todos los demás anticiparnos a los movimientos del bicho haciendo lo único que podemos y debemos hacer; lavarnos las manos cada dos por tres y evitar las aglomeraciones. Solo así conseguiremos que todo el que se ponga malo de verdad en los próximos días pueda ser atendido con garantías.
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