no me entero. Por un lado oigo a médicos y científicos reputados hablar del excesivo alarmismo que está surgiendo en torno al coronavirus y me digo que claro, que tienen razón. Me convencen sus argumentos, se trata de una gripe distinta, pero de una gripe al fin y al cabo. La nueva enfermedad acarrea algunos muertos, más o menos los mismos e incluso menos que la gripe convencional. Hasta que den con la vacuna, no hay más que lavarse a menudo las manos y evitar grandes aglomeraciones para seguir tan tranquilos. Pero luego veo que China aísla a millones de sus ciudadanos, Rusia cierra sus fronteras a cal y canto, Japón no deja salir a los pasajeros de un crucero, Tenerife recluye a un millar de turistas en un hotel, Italia aplaza partidos de fútbol, Venecia suspende su mítico carnaval, los policías y ciudadanos andan por las calles enfundados en mascarillas, la OMS habla de posible pandemia, la Bolsa se desploma... Y entonces me empieza a parecer que las voces de esos médicos ya no son tan sabias. ¿O es que las autoridades que toman esas severas medidas no cuentan con sus propios científicos para determinarlas? Y llega la incertidumbre. Y acojona. Como en Zaldibar, que el aire está limpísimo pero que hay que cerrar las ventanas por si acaso. Así no.
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