Un par de consideraciones previas: supongo que nadie esperaba gran cosa -hablando de balance de acuerdos- de la reunión de ayer en Moncloa entre Pedro Sánchez y Pablo Casado y también supongo que a los dos protagonistas y/o a las siglas que tienen detrás tampoco les interesa demasiado. Me atrevería a aventurar que quizá les interese lo contrario, porque todo protagonista necesita su antagonista y cuanto más importante es el antagonista, generalmente más importante es el protagonista; de hecho, ambos, PSOE y PP, tienen en sus propios terrenos de juego adversarios que les recortan sus respectivos espacios así que, de algún modo -quizá retorcido, lo admito-, que uno y otro se tengan como pareja de baile modo Pimpinela en la pista central es una manera en la que pueden ejercer su relación Gobierno-oposición en los terrenos conocidos y preferentes del bipartidismo. Así que, o mucho cambian las cosas, o al menos en este primer tramo de legislatura asistiremos a muchos plenos del estilo al de control vivido la semana pasada, focalizado en atizar al banco azul -y si hace falta hablar de Venezuela y nada más, pues nada más-, y al tira y afloja entre Gobierno y oposición por ver quién enarbola la bandera del diálogo o del bloqueo.
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