La maraña político-judicial en la que se ha convertido la vida institucional catalana no deja de crecer. Ahora, parece que Catalunya camina ya hacia unas elecciones que, si escuchas y crees a unos y a otros, parecen no interesar demasiado a nadie. Tras la auténtica tragedia shakespeariana vivida el lunes en el Parlament -con Torra despojado de su escaño defendiendo su acta de diputado ante el president de la Cámara, mientras ERC cerraba filas con Torrent bajo la consigna de que basta de “desobediencias estériles” (de la unilateralidad al pragmatismo), todo ello resumido en la imagen del aplauso de los parlamentarios de JxCat puestos en pie al president, mientras sus socios de ERC permanecían sentados y en silencio- queda en el alero el presupuesto de la Generalitat pactado con los comuns, que debe iniciar ahora su tramitación parlamentaria. A estas horas, hay un president sin escaño por decisión de la Junta Electoral avalada por la Sala de lo Contencioso del Supremo en contra del criterio fiscal y a la espera de sentencia firme de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Ayer mismo, el Constitucional planteó también a la Fiscalía investigar a Torrent por posible desobediencia por tramitar iniciativas sobre autodeterminación y reprobación de la monarquía. Y son solo los dos últimos nudos de esta inmensa maraña.
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