aunque la mayoría de nosotros afrontamos gran parte de la vida como si fuéramos inmortales -y probablemente no haya otra manera de sobrevivir-, lo cierto es que hay muchos periodos en los que percibimos lo efímero de nuestra existencia. Hay momentos más o menos prolongados y más o menos intensos en los que nos sentimos débiles. Esta es una semana de esas, al menos en mi caso. La coincidencia en el tiempo de ciertos acontecimientos me hace consciente de nuestra fragilidad como especie. En un mundo tan globalizado y tan avanzado como el actual me da la impresión de que andamos absolutamente desnortados, con los riesgos que eso conlleva. Así, si es posible que el teléfono móvil de Jeff Bezos -el hombre más rico y poderoso del mundo- sea hackeado desde Arabia Saudí como represalia a las informaciones publicadas por su Washington Post, qué no podrán espiar y controlar a un humilde periodista como yo. Tanto avance y tanta tecnología y resulta que estamos más expuestos que nunca. Esa falta de control me provoca una sensación de fragilidad inmensa. Si a eso unimos que la naturaleza es capaz de borrar del mapa el delta del Ebro en apenas unas horas y que nuevos virus chinos empiezan a campar a sus anchas... Ya vendrán tiempos mejores, supongo.
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