Me decía no hace mucho un excompañero de andanzas universitarias -aunque hace muchos años tomó la sabia decisión de dejar este mundillo de la comunicación y dedicarse a otras cosas- que uno de los grandes males que este siglo ha traído a nuestra sociedad es el concepto del postureo, sobre todo aplicado a la política y el periodismo. Nos pusimos sesudos en la charla -no siempre se puede hablar de juergas pasadas y cotilleos de dónde está ahora fulanito o menganito-, asumiendo que el hecho de usar todas las herramientas que uno tiene a su disposición para mantener el poder y la posición es algo tan viejo como el ser humano. Pero como él me decía, en el campo de la política y del periodismo hemos pasado, por mor del mencionado postureo, a entender el ejercicio de la gestión de lo público y de la información con respecto a esa acción como un o conmigo o contra mí basado en la legitimidad que, al parecer, hoy otorgan los correspondientes hooligans de las redes sociales. Eso nos lleva a que cualquier posición debe ser defendida desde el teórico enfrentamiento, desde la bronca, desde o negro o blanco, desde... Pero la vida, y en eso coincidimos los dos, es demasiado corta para estar todo el día a la gresca. Es bueno relajar los esfínteres.
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