Parece que los planes iniciales han vuelto a tener vigencia a la fuerza. Tras las elecciones de 2020, se vendió la especie de que en el ecuador de la legislatura, Joe Biden se iría haciendo progresivamente a un lado y abriendo más espacios para que la vicepresidenta, Kamala Harris, fuera adquiriendo cuerpo como opción electoral del Partido Demócrata en 2024.

Sin embargo, eso nunca se produjo ni remotamente. Por razones que no se han aclarado, desde el principio del mandato, Harris quedó más relegada, si cabe, de lo que suele ocurrir con los vicepresidentes.

Pero a la fuerza ahorcan. Una vez comprobada (y aceptada por él) la incapacidad del actual presidente para afrontar con garantías la batalla electoral con un Donald Trump al que últimamente todo le sale bien, salvo giro inesperado, la desdeñada pasará a ser la elegida.

¿Y si sale bien?

Como uno de esos telefilmes de su país, incluso no es descartable que la apuesta a la desesperada se corone con un triunfo épico. Quedan poco más de cien días para que lo comprobemos. Depende de cómo los gestionen ella y su formación, se le pueden hacer eternos o pasar volando.

De momento, la protagonista de estas líneas ha empezado a aliviar el tremendo tembleque que imperaba en las filas demócratas. Y si hay que traducirlo en vil metal, ha conseguido un torrente de dinero en donaciones. Solo en las primeras ocho horas desde que salió su nombre a la palestra, recaudó la friolera de 47 millones de dólares.

Como comienzo, no está mal, aunque da la impresión de que a este serial todavía le quedan unos cuantos capítulos, el más importante, el de la Convención Demócrata del 19 al 22 de agosto. Ahí se verá si los conmilitones cierran filas en torno a Harris o si, siguiendo en la línea de lo que hemos visto en los últimos meses, siguen con su costumbre de ponérselo a huevo a Trump.

Lo que se ha vivido con Biden es el ejemplo perfecto de pésimo ejercicio político. No entra en ninguna cabeza que, teniendo constancia de su estado, se le alentara a presentarse a las primarias para tener luego que montar la conspiración que culminó anteayer con su retirada cuando ya era candidato. ¿Alta política?