Pedro Sánchez se la dejó botando a Santiago Abascal. En la pomposa comparecencia para anunciar una no menos campanuda batería de medidas de mejora de “la calidad democrática”, el presidente del Gobierno español clamó una y mil veces que había que acabar con la compra de las líneas editoriales por parte de las administraciones. Y en la misma alocución, sin despeinarse, avanzó que destinaría 100 millones de euros para ayudar a la digitalización de los medios de comunicación.

Así que el desprejuiciado líder de la extrema derecha patria no tuvo más que poner en fila las dos declaraciones. “¿Quién compra líneas editoriales?”, le preguntó al jefe del Ejecutivo, y aun se permitió la finta de señalarle que a estas alturas, los medios están digitalizados. Touché.

Seis años tarde

Es digno de destacar que, una vez más, la concreción de las medidas fue una patada a seguir. Difusas declaraciones de intenciones que no aclararon cómo se le pondrá el cascabel al gato y que vuelven a tener el tufo a actuación de cara a la galería. La voluntad inequívoca de regeneración democrática estuvo ya en su primer discurso de investidura. Después de seis años gobernando, vuelve con la misma cantinela. ¿No será porque no ha hecho nada?

Junto a lo de comprar líneas editoriales, otro de los latiguillos machacones de esta pretendida batalla por los buenos usos es evitar la financiación pública de medios digitales “que no tienen lectores”. Se pregunta uno que si no tienen lectores, qué capacidad para la difusión de bulos pueden tener esas cabeceras. Como la frase es resultona, se repite en bucle.

Y exactamente igual con el feliz término seudomedios, que es un caballo de Troya muy peligroso. Creo tener acreditados muchos años de espeleología por los pozos sépticos mediáticos más hediondos y, en efecto, doy fe de la profusión de chiringuitos que cabrían en esa denominación. En todo caso, mucho ojo, porque esas cabeceras no solo son de ultraderecha; las hay también del otro bando. Pero lo más preocupante es que, llegado el momento, se podrá llamar seudomedio al que no baile el agua al que mande y eso sirva como excusa para ahogarlo económicamente. Eso no es calidad democrática, precisamente. l