El presidente del Gobierno español volvió a demostrar ayer su gran capacidad para la prestidigitación y/o el ilusionismo.

La comparecencia a mayor gloria suya tras el último consejo de ministros del año tuvo todo el aroma de aquellos viernes sociales en los que se anunciaban torrentes de medidas para mejorar la vida de lo que Sánchez suele gustarse en nombrar como “las clases más humildes”.

Siguiendo especialmente la primera parte –la otra fue de autocomplaciente balance–, daba la impresión de que estábamos asistiendo a una nueva lluvia de maná: se mantienen las ayudas al transporte, también el bono social, se prohíbe a los bancos que claven comisiones a personas mayores por sacar dinero en ventanilla, se impedirá a las entidades que cobren por la amortización anticipada de créditos hipotecarios o, para no hacer la lista interminable, se prorroga la supresión o reducción del IVA en los alimentos básicos.

La letra pequeña

Pasando por alto que alguna de esas medidas, empezando por la última enumerada arriba, se han mostrado ineficaces, examinando la letra pequeña, nos encontramos con que no hay motivo para tanto jolgorio.

Es cierto que menos da una piedra y que si se hubiera cumplido a rajatabla lo que exigen los supertacañones de la UE, buena parte del paquete anticrisis se habría ido al garete. Sin embargo, también lo es que varios de los anuncios son versiones corregidas a la baja de lo que ya es de aplicación. Y eso, en el mejor de los casos, porque así como quien quiere la cosa, también se va a subir el IVA de la electricidad.

El resumen es el que recoge el editorial de este mismo diario: estamos ante un aterrizaje suave. O, si lo prefieren, frente a la advertencia de que está a punto de acabarse lo que se daba. Que se justifique diciendo que las previsiones apuntan a un 2024 más estable en lo económico que 2023 está entre el voluntarismo y la trola.

Pero es mejor que nos vayamos preparando para lo que nos aguarda en junio. Por citar alguno de los ejemplos más pedestres pero entendibles, nos va a costar mucho acostumbrarnos a pagar el billete completo en el transporte público. Sánchez nos dirá que, hasta entonces, disfrutemos.