¿Fallecido o asesinado? - Las reacciones al asesinato de un sacristán de Algeciras a manos de un integrista islámico -que también hirió a un sacerdote- son el triste reflejo del problemón que tenemos para abordar el terrorismo yihadista. No resultó nada extraño que el primero en salir a la palestra fuera Santiago Abascal casi celebrándolo porque le daba pie a soltar su mierda no ya xenófoba sino abiertamente racista y supremacista. Sabe que en esta partida va de mano porque el resto de las fuerzas, especialmente las de izquierda, le han dejado todo el terreno libre. La prueba fue el aguachirlado mensaje del presidente del gobierno español. Dos horas tardó Pedro Sánchez en decir esta boca es mía, sujetándosela (perdón por la procacidad y por la imagen mental) con dos librillos de papel de fumar. Leyendo su bochornoso tuit, daba la impresión de que lo ocurrido había sido obra de un zumbado aleatorio que pasaba por allí. La víctima no fue de asesinato, sino que resultó, cachis la mar, qué mala suerte, “fallecida”. Por supuesto, ni medio mensaje de solidaridad y/o empatía para la comunidad católica. Vade retro.
Bochornoso Feijóo - Fíjense que eso se lo ponía a huevo al mesías venido a menos Núñez Feijóo. Podía haber rechazado las demasías fascistoides del líder de Vox y, en el mismo viaje, poner los puntos sobres las íes de las que Sánchez había preferido correr un cobarde tupido velo. En su lugar, soltó una inmensa chorrada que lo perseguirá de por vida: “Desde hace siglos, no verá a un católico matar en nombre de su religión”. Hasta el más iletrado recuerda que del 18 de julio de 1936 en adelante, en la llamada “Santa Cruzada”, el catolicismo oficial español se dedicó a dar matarile a destajo en nombre su religión. La ignorancia es atrevida, pero mezclada con la soberbia y un pésimo asesoramiento de comunicación, resulta letal.
“No estigmatizar” - Para completar el desolador panorama, a la izquierda allende el PSOE se la refanfinfló un kilo y pico que un matarife diera pasaporte, invocando a Alá, a un sacristán, hiriera a un párroco y sembrara el terror en dos iglesias. Su exclusiva preocupación fue el qué dirán. Todos y cada uno de los mensajes, apestando a excusa no pedida, insistían en que no se podía generalizar estigmatizando al conjunto del Islam. A las víctimas, que las fueran dando. ¿Imaginan que ante un asesinato machista o una agresión homófoba, la prioridad no fuera denunciar los hechos sino defender el buen hombre de los varones heterosexuales? Manda muchas pelotas con los laicistas que se erigen en abogados de los que asesinan en nombre de su dios.