No fue un fiasco - Luego diréis que somos cinco o seis. Pues no. Según la delegación del Gobierno español en Madrid, han sido 31.000 los enrabietados seres humanos que se manifestaron ayer en la castiza plaza de Cibeles para ciscarse en la puñetera calavera de Pedro Sánchez y su camarilla socialcomunistaseparatista y me llevo una. La prensa medianamente amiga hablaba de decenas de miles y la requeteamiga, de centenares de miles. En cualquiera de los casos, y por más que las fotos desde los ángulos convenientes ofrecieran imagen de multitud del copón, ni de lejos se llegaba a lo que congrega en el mismo lugar la celebración de un título del Real Madrid. Pero tampoco neguemos la evidencia ni desmintamos a nuestros propios ojos. No fue el pinchazo clamoroso que cabía esperar. Y menos, si anotamos que el principal partido de la derecha española se puso de perfil y mandó al sarao una delegación de quinta fila cuyos nombres más significados eran Pedro Rollán, Alfonso Serrano, Daniel Sirera y Dolors Montserrat. Y como guest star, pero sin reconocimiento oficial, Cayetana Álvarez de Toledo. Feijóo, Gamarra, Sémper o Ayuso (en cuya casa se jugaba) brillaron por su ausencia.

Todo para Abascal - Así que la foto fue casi en solitario para Santiago Abascal, a quien la grey congregada jaleaba -escojan si ríen o lloran- al grito de “¡Presidente, presidente!”. Ejerció de triste paquete, mendigando cámaras, la ya políticamente amortajada Inés Arrimadas, disputando los focos con los convocantes presuntamente oficiales. Ahí estaba, en primera línea de saludo, la recalcitrante Rosa de Sodupe, junto al incombustible chisgarabís Fernando Savater -el de “Me divertí mucho luchando contra ETA”- y el japonés de la isla, Jaime Mayor Oreja. En el papel de intelectual orgánico adosado, más allá del mentado Savater, el escritor Andrés Trapiello, que seguirá teniendo las santas gónadas de reivindicarse como el Chaves Nogales del siglo XXI cuando no pasa de Pemán o Sánchez Mazas, pero con un calidad infinitamente netamente menor.

Folclore - Todo lo demás quedó expresado en las pancartuelas y las consignillas. En una cartulina se reclamaba que Sánchez se ahorcara, se lo juro. No faltó el ya archiclásico “¡Que te vote Txapote!”, junto a los nada novedosos “¡Sánchez, Otegi, Puigdemont, a prisión!” o a los varios cachondos que preguntaban “¿Dónde se puede estudiar español en España?”. Y aquí o allá, una rojigualda con el aguilucho, aunque la convocatoria oficial clamaba por la Constitución del 78. Folclore y poco más. Pero da miedo.