Extrañas vísperas

– Después de un carro largo de amagos, ensayos, anuncios y aplazamientos, parece que hoy es el día D, o sea, el día YD. En el icónico centro cultural Matadero de Madrid echa a andar de verdad el proyecto de Yolanda Díaz para acumular todas las fuerzas a la izquierda del PSOE. Lo hace con unas vísperas extrañas. El miércoles, la ministra de Derechos Sociales y secretaria general de Podemos, Ione Belarra, explicó que ella no estaría en el acto porque la propia Díaz había pedido a sus compañeros de gabinete que no asistieran. Otras figuras destacadas llamadas a participar en la iniciativa como Iñigo Errejón, Ada Colau o Irene Montero contaron que tenían el mismo recado. Lo sorprendente fue que, en un principio, la lideresa del invento lo desmintió, pero poco después matizó que, en efecto, sí había querido transmitir que era mejor que para este estreno las personalidades de mayor relieve se mantuvieran al margen con la finalidad de que el protagonismo fuera “para la ciudadanía”.

Mando único

– Quizá fuera esa la intención, pero lo que casi todo el mundo ha entendido, empezando por la mayoría de los invitados a ausentarse, es que no quería que nadie le hiciera sombra. Eso, además de alimentar la leyenda de un afán de notoriedad que raya con el narcisismo, opera como aviso a navegantes y seña de identidad de la plataforma: ella y nadie más que ella llevará la batuta. Pero no necesariamente hay que achacárselo todo al exceso de ego. También cabe interpretarlo como una forma marcar distancias con una formación –Podemos– que ahora mismo no genera precisamente entusiasmo entre buena parte del posible electorado progresista. El problema para la vicepresidenta es que solo con su supuesto carisma no puede llegar muy lejos. Necesita el aparato y, sobre todo, los recursos económicos, que en este instante están en manos de los morados.

Todo por ver

– Vemos que no son pocos los obstáculos de partida. Como tantas veces en la izquierda, el futuro está lastrado por el presente, el pasado y la sobreabundancia de personalismos. Es innegable que, con sus errores y más allá de la imagen caricaturizada que la derecha presenta de ella, Yolanda Díaz ha acreditado un ramillete de logros concretos. También lo es que ha mostrado una notable capacidad para tejer consensos. Le toca ahora poner en práctica esa facultad no ya con los antagonistas ideológicos sino con las personas de su mismo credo. Ahí estará su gran reto y sus opciones de no quedar para la historia como otro intento fallido. l