o cierto es que vi la foto que tuiteó Mick Jagger junto al Guernica de Picasso y no le concedí mayor importancia. De hecho, más que en el cuadro, me fijé en el envidiable aspecto que luce el líder de sus satánicas majestades con casi 79 castañas en el cuerpo y una vida muy vivida. Lo otro me pareció absolutamente normal: una figura de relieve planetario recibe un trato diferente al del resto de los mortales. Lo último que se me ocurriría sería escandalizarme u ofenderme. Y lo penúltimo, pensar que semejante menudencia pudiera provocar una polémica de talla XXL en las redes sociales.

La queja mayoritaria iba, como pueden imaginar, por que al astro del rock se le permitiera retratarse junto a la icónica obra, cuando los visitantes de la pinacoteca lo tienen expresamente prohibido. Otros anotaban como agravio añadido intolerable que se le hubiera dejado entrar un lunes, día de cierre del centro. “¡Claro, como yo no soy Mick Jagger, a mí no me dejaron!”, proclamaba uno de los enfurruñados, sin darse cuenta de que estaba dando en el clavo, pero no necesariamente a su favor. Cuando el tipo haya cosechado la mitad de los logros de Jagger, quizá se habrá ganado un pequeño privilegio como este del que estamos hablando. Eso, sin mencionar el incalculable valor promocional que tiene para el museo la difusión urbi et orbi de una imagen así.

¿Que quizá se deba relajar la dichosa norma y permitir también hacerse fotos a los visitantes? Puede ser, pero entonces la nueva bronca sería por haber convertido en una verbena de selfis la contemplación del cuadro. Siempre encontraremos algo por lo que quejarse. l