VERDAD A MEDIAS - Recomponer, recoser, rehacer... complicidades. Inspiraban ternura el pasado viernes los titulares de (por lo menos) tres cabeceras periodísticas afines al Gobierno español, después de que el gabinete Sánchez hubiera salvado por los pelos la enésima bola de partido, en este caso, la del llamado plan anticrisis. Todos los bienintencionados textos partían, en realidad, de una verdad a medias. Se suponía que la dureza de los habituales sostenes del ejecutivo, igual para justificar su voto en contra que a favor de las medidas, dibujaba un tremendo panorama de divorcio de las formaciones progresistas con quienes siguen sentándose en los bancos azules. De hecho, la tragicomedia es tan bufa, que parte de los que ocupan tales asientos -las y los representantes de Unidas Podemos- también se venían arriba marcando distancias y afeando la conducta del presidente y algunos aquellos y aquellas con los que comparten consejo de ministros.
EXAGERACIONES- Se diría, a juzgar de los exagerados (y, generalmente, interesados) relatos, que se ha abierto un cisma de proporciones abismales, y que ha reventado sin remedio la variadísima mayoría que desde la primera investidura ha ido sacando las castañas del fuego a Sánchez. Desde luego, no es mentira, porque está en el diario de sesiones del Congreso y en las crónicas periodísticas, que el pasado jueves, el presidente español recibió estopa hasta en el cielo de la boca por parte de sus socios habituales, incluidos los que votaron a favor de su decreto porque entendieron que no se le podía dar una patada al inquilino de Moncloa en el culo de la ciudadanía. Y también es verdad, efectivamente, que Esquerra esta vez se puso al otro lado (el mismo que el PP, Vox, Ciudadanos y, entre otros, los dos tránsfugas de UPN) para subrayar la nota de su enormísimo cabreo por el asunto del espionaje a los dirigentes independentistas.
MIEDO A LA ALTERNATIVA - ¿Habrían actuado igual los del partido de Junqueras de no haber sabido (o, de hecho, de no haber acordado con la formación soberanista vasca) que los votos de EH Bildu garantizaban que la propuesta del gobierno saldría adelante? Es bastante difícil creerlo. Tan difícil como tragarse que, por bravas que estén las relaciones entre las siglas que la derechona política y mediática llama a mala leche "mayoría Frankenstein", la cosa esté a punto de reventar. Si echan la vista atrás, comprobarán que la amenaza es idéntica casi desde el principio de la lectura. Pero luego la sangre no llega al río por algo muy simple: la alternativa es un gobierno entre Vox y el PP.