- Otra vez, uno de los clásicos de Groucho Marx: ¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos? Un argumentario del PSOE que llevan día y medio recitando los barones territoriales -saludos, Chivite y Andueza- y los opinateros de corps sostiene en letras rojas que “No ha habido cambio de posición en relación al Sáhara”. Debajo, ya en caracteres negros, se cuenta que la postura de España sigue en el marco de las resoluciones de la ONU y menciona expresamente la 2602, de hace apenas cinco meses. Eso sí que es bueno, porque esa disposición redactada en zig-zag vuelve a dejar claro lo obvio, es decir, que cualquier solución que se adopte pasa por “la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental en el marco de disposiciones conformes a los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas”. Si eso fuera realmente así, a buenas horas iba a salir Marruecos a aplaudir el realismo de Pedro Sánchez o a ordenar ipso facto el regreso de su embajadora en Madrid. O, mirándolo por el otro lado, no habría habido motivo ni para los lamentos de los saharauis por la traición ni para el enfado de Argelia.

- Si se paran a pensarlo un minuto, la gravedad del giro his-tó-ri-co (no hay otra palabra, se siente) de la política española respecto al Sáhara se ve profundizada por el intento descarado de tomar por imbéciles a todo el arco político, la opinión pública y, lo más doloroso, el propio pueblo saharui. Habría sido mucho más honesto decir la verdad, por triste que resulte. Ocurre que Marruecos tiene la sartén por el mango, es decir, la espita de la carne de cañón humana. Esto va de eso. La migración se ha convertido en un arma de disuasión como los misiles balísticos. Provoca entre ternura y náuseas que en ese mismo argumentario que les citaba más arriba el Gobierno español se erija en gran garante de la integridad territorial de Ceuta y Melilla. En la enésima humillación, Rabat se ha apresurado a aclarar que esa cuestión no ha estado en la mesa de negociación.

- Con todo, y aunque suene a contradicción, lo cierto es que este episodio no va a cambiar demasiado las cosas para los abandonados. Ya anoté que desde el gobierno de Felipe González para acá, la causa saharaui ha sido una especie de pin en las solapas. Ha habido palmaditas en el hombro, envío de ayuda humanitaria por el qué dirán y alguna declaración en días señalados, pero sin elevar mucho la voz, no se fuera a incomodar “el tradicional amigo del sur” que es el que, como acabamos de ver, marca el son que toca bailar.