oven vida prematuramente perdida: No hay palabras para expresar el dolor, la rabia y la estupefacción. ¿Cómo es posible que un casi niño de 15 años resulte salvajemente asesinado a machetazos por ocho individuos a las puertas de una discoteca, en este caso, de Madrid? Eso, la misma noche en que otro chaval de 25 años murió de igual manera. “Son guerras entre bandas”, reza la explicación oficial, que parece dar por amortizada una violencia que va segando existencias cada fin de semana y poniendo un nudo en la garganta a las madres y a los padres de adolescentes que salen a divertirse un viernes o un sábado por la noche. Me resisto a aceptar que tomemos estos sucesos como imponderables frente a los que solo caben lamentos tardíos e inútiles.
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